El proyecto, que recibió una subvención europea, destinará los beneficios a la propia zona

Cuando Hugo Santín era niño, el telón -nombre que se les da a las alvarizas en Ancares- de la casa de su familia en la aldea de Trabado (Cervantes)  ya no se usaba. Ese espacio en el que sus antepasados ​​guardaban las colmenas de los cascos del oso ya pertenecía casi a los árboles. También esta arquitectura circular de la sierra notó el despoblamiento y la pérdida de las prácticas tradicionales, aunque en la casa sus padres siguieron produciendo miel.

 

 

Santín vivió en Trabado, a pocos kilómetros de Campa da Braña, hasta los seis años, cuando se trasladó con su hermano y sus padres a vivir a Becerreá para continuar sus estudios. “No hubo un fin de semana en el que no volviéramos al pueblo”, comenta. Posteriormente, estudió ingeniería civil en Lugo, rama en la que se licenció en 2015. Posteriormente, realizó un máster en logística en A Coruña. Comenzó a trabajar para varias empresas. Tampoco en estos años dejó de ir al pueblo.

 

 

En el año 2018 se combinaron todos sus conocimientos y su amor por su tierra. Más que conjugar, supieron exprimir esa sabiduría circular presente en las celdas de las pana, en las cortinas o en el gesto de volver siempre al mismo lugar. Decidió recuperar la producción de miel, y hacerlo de la forma más tradicional, rehabilitando también la cortina.

 

 

Para ello, solicitó una beca europea a través de la GDR Montes y Vales Orientales, que le fue otorgada. Esos muros circulares protegieron nuevamente el tesoro para el que habían sido diseñados: un total de 17 colmenas. Afuera, la producción asciende a 75. El primer año lo vendieron entre personas conocidas. Hoy ya tienen su propia marca, Mel Melosa, y un sitio web que les permite llegar directamente a los consumidores. Además, también están en algunas tiendas gallegas.

 

 

Esta miel de montaña oscura, “casi negra”, dice Hugo, tiene aromas de encinas, carquexias, encinas y castaños, la vegetación más común de la zona. El proceso de recolección es “totalmente artesanal, y sin causar ningún daño a las abejas”, dice Santín. “No esperamos vivir de esto, pero el dinero que ingrese se invertirá en recuperar algunas construcciones en la aldea”, dice. Otra lección de sabiduría más circular.

 

Fuente : www.elprogreso.es