El consistorio de Becerreá acoge un nacimiento artesanal formado por escenas y oficios de la montaña lucense. Las originales construcciones fueron diseñadas a mano por una vecina
LUGO. Llega la Navidad y todos los municipios se impregnan de este ambiente festivo. Luces, guirnaldas o árboles decoran las calles y, como manda la tradición, visitar los belenes se convierte en una cita habitual. Cada nacimiento es único, pero el de Becerreá se ha coronado como uno de los más originales por ser un auténtico homenaje a la forma de vida de la montaña.
La representación, con más de veinte metros cuadrados de extensión, se ha dispuesto por primera vez en el aula de la naturaleza del consistorio y ha sido diseñada a mano por la vecina Olimpia Léon, que con sus 78 años se muestra orgullosa del trabajo logrado. La mujer recuerda que comenzó con esta afición altruista hace más de dos décadas. «Por aquel entonces el belén tenía un par de escenas y estaba en la iglesia de O Santo. Un buen día ayudando a mi hijo a hacer una maqueta de la capilla, que posteriormente se incorporó al nacimiento, me entró el gusanillo y me puse a crear», relata.
Olimpia recuerda que durante bastante tiempo esa iglesia fue el lugar en el que su creación fue aumentando, sin embargo, hace tres años por problemas de salud dejó de exponerla y ahora la ha recuperado gracias a su hijo Manuel Alejandro, y a los vecinos Alberto Alonso Fernández y Pilar Deiros. «Me hizo mucha ilusión volver a ver el belén montado y que la gente pueda disfrutar con él», dice.
Actualmente cuenta con más de una decena de representaciones donde todo está cuidado. Tanto que ha logrado construir en miniatura un pequeño museo etnográfico de la comarca teniendo en cuenta los elementos arquitectónicos como las características pallozas, los hórreos de planta cuadrada o las viviendas de piedra y techo de pizarra. Los oficios tradicionales suponen además un peso fundamental: se puede ver al herrero, al panadero o al carpintero; pero también hay hueco para escenas de la vida cotidiana como un día en la escuela, vecinos labrando la tierra con la ayuda de reses que tiran del arado, mujeres tejiendo y dando de comer a las gallinas o una escena con gente cortando la leña y transportándola en un carro.
EN DETALLE. «Todo lo hago a mano, excepto algunas figuritas», comenta la septuagenaria, quien relata que el proceso de elaboración es muy laborioso y totalmente artesanal. «Cuando salía a pasear cogía piedras, pizarra o trozos de madera que me podían servir y al llegar a casa me ponía a crear», precisa la mujer, al tiempo que remarca que sus únicas herramientas eran un cuchillo, unas tenazas y sus propias manos. El afán de perfeccionismo de Olimpia se puede ver en cada pequeño espacio del belén, donde todo está cuidado con esmero y los pequeños detalles dan vida al nacimiento. Los chorizos curándose en la lareira, los huevos en la cesta de mimbre o las camas de los hogares son algunos ejemplos.
Pese a que el trabajo de diseño ha sido de Olimpia, la septuagenaria agradece que este año el nacimiento haya podido volver a ver la luz gracias a su hijo Manuel Alejandro y los vecinos Pilar y Alberto, que lo han bautizado como «O belén dos Ancares».