La aldea cervantega de Quindous fue hace años la capitalidad de Os Ancares, el centro neurálgico donde todo confluía y el lugar donde una influyente familia dejó su huella
El silencio y la tranquilidad impregnan el entorno, que luce tan hermoso como vacío. La paz y sosiego solo se ven interrumpidos por el canto de los pájaros que revolotean entre los robles centenarios, testigos de mil y una batallas. Poco queda de lo que en su día fue la cervantega aldea de Quindous. El bullicio, el ajetreo de las cantinas o el ir y venir de comerciantes sobreviven únicamente en la memoria de sus habitantes. “Era o núcleo máis importante dos Ancares, todo confluía aquí”, asegura Amadeo Fernández, uno de los pocos vecinos que quedan en la aldea.
La influyente familia Quindós puso hace siglos su mirada en esta parroquia a la que le dieron nombre. Se dice que León de Quindós, primero del linaje, luchó con Don Pelayo en la batalla de Covadonga. A raíz de ahí la estirpe fue creciendo y gracias a su influencia lograron erigir la aldea cervantega como el centro neurálgico del entorno. “Había de todo: numerosas cantinas, parada de taxis, muíños, e incluso cabalerías cargadas de provisións enchían a aldea e abastecían a xente de todo o contorno. Era o enclave máis poderoso da zona”, recuerda Fernández, quien nació en el vecino pueblo de Valgos, pero construyó hace medio siglo una casa en Quindous, al ser “a mellor zona para instalarse, pois estaba chea de vida”, recalca.
Los Quindós poseían buena parte de los terrenos ancareses, tal y como recuerda el escudo que engalana el palacio que levantaron en la aldea, una impresionante fortaleza ahora en ruinas. “El blasón tiene la imagen de tres lunas, que era lo que se decía que se tardaba en recorrer todos los terrenos de la familia”, explica Senén Quindós, descendiente de la estirpe.
Su legado se ha mantenido muy vivo gracias a los majestuosos robles que lucen en la plaza central, catalogados como árboles singulares, y entre los que se encuentra el famoso Caroco. “Los plantó mi familia en honor a la Cruz de la Victoria, símbolo representativo del Principado de Asturias, que en su interior guarda un trozo de este árbol. La propia capilla parroquial, que en su momento fue la ermita del palacio, alberga una copia de esta cruz”, explica Quindós.
Recuerdan los vecinos que en el verano una gran fiesta llenaba la plaza del pueblo y mensualmente se celebraba una de las mayores ferias de ganado de toda la comarca. “Había tanta xente que non se collía”, resaltan.
Ahora Quindous subsiste con una veintena de habitantes que atesoran los mejores momentos de la época dorada de una aldea cuyo nombre resonaba en cada rincón de Os Ancares.