El Club de Vuelo Costa Ártabra ofrece el sueño de volar y en Lugo sugiere la costa, el Cañón del Sil y la planicie chairega
¿Quién no soñó alguna vez con volar? El ser humano lleva siglos tratando de idear sistemas para despegar los pies del suelo y sentir el aire en la cara como un verdadero pájaro. Desde las alas de plumas que Dédalo fabricó para Ícaro en la mitología griega hasta los más modernos inventos de la Nasa, las posibilidades son cada vez más y no es necesario ser un Leonardo da Vinci para poder probar. Y en Lugo, desde hace dos años, el Club de Vuelo Costa Ártabra, de Ferrol, es una especie de genio de la lámpara que ofrece cumplir el sueño.
“La sensación es muy diferente para cada persona. No se puede explicar, tienes que probarlo”, dice Diego Fernández, el presidente del club, que asegura que es una experiencia que recomienda a todo el mundo. “Al principio es adrenalina, pero para mí ahora volar es tranquilidad, sensación de paz”, dice este lucense, medio pájaro, afincado en Ferrol desde hace muchos años, que tiene muy claro que aunque los pies no estén en la tierra “ir en avioneta es viajar y en parapente, volar”.
“Estamos dados de alta para todas las especialidades aeronáuticas en el club y tenemos nuestra propia escuela, Parapentelandia, que principalmente hace vuelos en A Coruña y Lugo”, explica. Pero principalmente cumplen, como la lámpara mágica, tres deseos: vuelos en parapente, ala delta o paramotor, que pueden ser biplaza o monoplaza.
“El parapente es como un paracaídas evolucionado, con cordinos y una tela, y el ala delta son los triangulares que llevan tubos. En uno para volar tiras de los frenos y en el otro desplazas el cuerpo”, indica un experto en alturas mientras explica que en el caso del paramotor “despegas a pie pero llevas un motor en la espalda”. Entre las posibilidades con motor también está el paratrike, que “además tiene ruedas”, lo que acerca el sueño a todos, también a las personas con movilidad reducida.
“Es un deporte minoritario. La gente o lo desconoce o tiene esa idea de que es algo peligroso. Y no es así. Es un deporte de riesgo, sí, pero tú pones todos los medios y la seguridad para que no sea peligroso”, dice. “A la gente le sorprende mucho. Siempre decimos que es como un sofá con vistas. No tienes sensación de vértigo, porque no tienes referencias y lo que ves es una panorámica, y el aterrizaje es mucho más suave de lo que todos se esperan”, dice.
Su cómplice y su enemigo es el mismo, el viento -“dependemos de él, tanto por orientación como por intensidad”- y la clave está en el cielo. “Ni con lluvia ni con tormentas se vuela”, dice. Pero él apura todos los momentos posibles. Nadie que vuela se quiera quitar las alas. “No es una forma de vida, pero sí te marca”, dice, y propone las mejores rutas a vista de pájaro por la provincia, donde recomienda una cita clave: el Criterium Aeronáutico de Rozas. “Allí puedes volar de verdad”, dice.
“Cada zona tiene su encanto”, pero se moja. “Potencialmente para volar con parapente una muy buena es Quiroga, visualmente la costa de Ribadeo y Barreiros y la zona de Monforte, el Cañón del Sil, y para paratrike la mejor es Terra Chá, una inmensa planicie en la que se puede disfrutar de un mar de nubes precioso sobre el Miño en los días con bancos de niebla o de un vuelo tranquilo con cosas llamativas para ver, como el castro de Viladonga o el nacimiento del Miño en Meira”. ¿Alguien quiere alas?